Viernes 1 de Septiembre de 2017
Los acontecimientos que rodearon el Big Bang fueron tan cataclísmicos que dejaron una huella indeleble en la telaraña del cosmos. Podemos detectar estas cicatrices hoy en día observando la luz más antigua del Universo. Como se creó hace casi 14 mil millones de años, esta luz que ahora existe como una bébil radiación de microondas, que precisamente así se llama el fondo de microondas cósmico CMB, se ha expandido para cubrir todo el cosmos, llenándolo de fotones detectables. El CMB puede ser utilizado para sondear el cosmos a través de algo conocido como el efecto Sunyaev-Zel'dovich SZ, que fue observado por primera vez hace más de 30 años. Detectamos el CMB aquí en la Tierra cuando sus fotones de microondas constituyentes viajaban hacia nosotros a través del espacio. En su viaje, pueden pasar a través de cúmulos de galaxias que contienen electrones de alta energía. Estos electrones dan a los fotones un pequeño impulso energético.
Detectar estos fotones potenciados a través de nuestros telescopios es un desafío muy importante, pueden ayudar a los astrónomos a comprender algunas de las propiedades fundamentales del Universo, como la ubicación y distribución de los densos conglomerados de galaxias. Esta imagen muestra las primeras mediciones del efecto térmico SZ del Observetorio milimétrico y submilimétrico de Atacama ALMA en Chile, visto en color azul. Los astrónomos combinaron datos de las antenas de 7 y 12 metros de ALMA para producir la imagen más nítida posible. El objetivo era uno de los cúmulos de galaxias más conocidos, RX J1347.5-1145, cuyo centro se muestra aquí en el oscuro agujero universal observado por ALMA. La distribución energética de los fotones CMB se desplaza y aparece como una disminución de la temperatura en la longitud de onda observada por el telescopio, por lo tanto un parche oscuro es visible en esta imagen, justo en la ubicación del cúmulo galáctico.